Buenos regalos
A Yola le regalaban la luz y hoy le regalan el recuerdo. La vida nos regala y nos desregala, pero es que en realidad siempre nos regala, por eso hay que vivir del regalo que nos da, del momento en el que nos lo entrega, como lo vamos destapando, cómo le quitamos el celofán y abrimos los ojos, nos lo ponemos, lo olemos, lo comemos, lo admiramos, a veces lo esperamos, a veces no.
Ya te imagino querida Yola, sorprendida, cuando Rafael te dijo en el corazón del país, “están poniendo los foquitos del 15 de septiembre porque es tu cumpleaños”, esos son regalos y no guangajadas, ¿no? A quién de ustedes les han regalado la luz del centro del país, los letreros, los anuncios.
Yola iba de la mano de su abuelo Rafael, él, viejo conocedor de que su cumpleaños es el 14 de septiembre (el de Yolanda), le dijo un día que caminaban sobre la plancha de la Plaza de la Constitución “están arreglando todo esto porque va a ser tu cumpleaños, lo mandé poner para ti”, puedo imaginar la cara de Yolanda, puedo imaginarla viviendo el más imponente de los regalos, las calles celebraban su cumpleaños y lo hacían iluminándose a su paso, me puedo imaginar a “las estrellas celosas nos miraran pasar”, y Yola, Yola sorprendida, porque Rafael, su abuelo, hoy muerto, le regalaba el Zócalo iluminado, qué maravilla.
“Cuando era chica y se acercaba la fecha, pensaba, ya van a empezar a poner los foquitos para mi cumpleaños”.
La vida nos regala cuando nos sorprende y nosotros le regalamos a la vida cuando nos dejamos sorprender, cuando somos inocentes de inocencia.
Habría que ser un poco más regaladores de intangibles, habría que regalar recuerdos que nos hagan inmortales, que nos vuelvan sonrisa y llanto ¿por qué no?, habría que llorar a veces, así sabroso, habría que ser más Rafaeles y más Yolandas regalándose millones de foquitos en una plaza pública, eso, en lugar de un suéter, para qué te regalo un perfume si te puedo regalar el aroma de un país, de una ciudad, de un cuerpo, de muchos cuerpos, para qué quieres más si tenés un Abuelo que te regaló la luz de una fiesta nacional y la iluminación de la patria hecha fiesta.
Mi amigo el tecua me regaló la certeza de que no hay más cosa en la vida que vivir con intensidad, que hablar sin recato, que vivir rugientemente cada momento, hoy, a varios meses de su partida, los regalos de Tecua, su herencia, su recuerdo inmortal de fierro, de agua, de arena, de cal, de parpadeos incesantes, es lo mejor que tengo de mi amigo, de mi amistad, puedo verlo si cierro los ojos, puedo escucharlo en las canciones que nos hacían enloquecer, el Tecua me regaló la esencia de su presencia y hoy no puedo, casi que es involuntario pero a propósito, andar la vida sin agradecer sus regalos omnipresentes, omniscientes, escuchantes, palpitantes, gracias, pinche
Tecua, hoy voy a Cholula, allá nos vemos, en cada calle que conquistamos juntos, en cada canción que brincamos, en cada salud que proferimos, en cada metro cuadrado de la Cholula que dominamos por años.
El Tecua, es uno de mis mejores regalos y nunca se me va a terminar, aunque esté muerto, está.