Friday, August 10, 2007

Desde el yo literario, Scherer García escribió su Terca Memoria.

En un libro escrito en primera persona, el fundador de la revista Proceso, Julio Scherer García deja plasmadas algunas vivencias significativas de su longeva vida como periodista. En La Terca Memoria desnuda de forma “cruda y dura” la manera de actuar de varios personajes oscuros y célebres de la vida política, social y periodística de este país.

Un “leve aroma” de lo que vivió en el oficio del reportero, al que define como “el hombre más libre, porque los acontecimientos los hace suyos y en esa medida le pertenecen”.

A las 19: 30 horas del martes 31 de julio- sin la presencia del autor-, se presentó en la Casa Lamm, de la Colonia Roma, en la ciudad de México, el libro La Terca Memoria de Julio Scherer García, personaje indeleble del periodismo mexicano a quien en 1976 el poder le mostró su faceta represora, una vez que el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez dio el ya famoso “golpe a Excelsior” quitándolo de la dirección del diario.

En el foro se dieron cita cuatro de los periodistas más renombrados del país: Miguel Ángel Granados Chapa quien formó parte del equipo fundador de Proceso en noviembre de 1976; la conductora del programa radiofónico Hoy por Hoy, Carmen Aristegui; La autora del libro Los demonios del edén, Lydia Cacho Ribeiro y Anabel Hernández quien escribió en 2005 el libro La Pareja Presidencial, el gobierno del cambio bajo sospecha de corrupción.

El jardín lucía repleto, unas 400 personas impedían que alguien más gozara de las prerrogativas que permitía la lona blanca dispuesta para cubrir a los panelistas. La gente de los costados intentaba escuchar y al tiempo evitaba mojarse.

Carmen Aristegui describió a Julio Scherer como “el periodista más importante e influyente de las últimas décadas en México”.

Adujo, la columnista del diario Reforma que este libro es una muestra de la permanente condición que tiene el autor como reportero, con este libro, “me parece que el periodista quiso reportear sus recuerdos, reportearse a sí mismo”.

Lo que para Aristegui resultó lo más destacable, es la nueva condición literaria del libro, con lo que aludió al hecho de que el texto, publicado bajo el sello de Editorial Grijalbo, es una historia contada en primera persona.

Redordó que en noviembre de 2006 Scherer escribió para la edición especial de conmemoración del 30 aniversario de Proceso un artículo “implacable” sobre el golpe a Excelsior, empero la novedad del texto radicó en que se contaba en primera persona.

Ya que habló de sí mismo, “desde su propio yo y desde ahí sintió a Echeverría más cerca que nunca, lo oí respirar, dijo Scherer”. Ese ejercicio de escribir desde el “yo literario” le provocó, aseguró Aristegui, parafraseando a Scherer, un “inesperado bienestar”.

Esta perspectiva le permitió escribir en La Terca Memoria sus más hondas motivaciones y además cosas que desde otro enfoque habrían sido inconfesables: “¿de qué está hecha la entraña del periodista más influyente de México en los últimos años?”, inquirió Aristegui.

Abundó en que se trata de un periodista que durante años ha escudriñado poro a poro a la clase política nacional.

Citó la idea de Scherer, quien comenta que en el periodismo nada se debe valorar por encima de los hechos, que debe ser exacto como el bisturí.

El moderador fue el creador de Plaza Pública y a sus colegas las presentó como “la flor innata del periodismo mexicano actual”, con lo que arrancó el primer aplauso de los varios que habría durante la noche.


En medio de la expectación y de un señor, entre muchos, que se quejaba de la organizadora, a la que definió como “una vieja naca que no me quiso poner una silla y eso que soy invitado”, Anabel Hernández tomó el micrófono y reconoció que en la vida de las tres ponentes ha sido conducente la mirada periodística de Scherer. Lo definió como un hombre del que ha surgido una viga de acero sin la que no se podría entender la historia del México moderno.

“A él no le espanta ningún diablo y tampoco le conmueven los santos”, enjuició.

Respecto de su “Terca Memoria”, refirió que es un libro que habla del oficio que da paso a la tortura y el placer de conocer a personajes inolvidables; “algunos por ser abominables ya que sólo se les puede tocar con el esgrima de una buena investigación y otros entrañables por su valentía y por su sacrificio” en pro del bien común.

Editorializó e hizo énfasis en el oficio valiente y dijo que “los tiempos para el periodismo mexicano son violentos, los tiempos que están por venir son difíciles, la censura disimulada es permanente, pero hoy no hay espacio para claudicaciones y no hay espacio para medias tintas”.


Lydia Caho comentó que compró el libro y lo “devoró” en un fin de semana y que luego recibió la noticia de que el autor de Siqueiros: La Piel y la Entraña, le invitaba a comentar su libro, y bromeó: “en realidad, el que me catapultó, desde mi pueblo Cancún, fue el preciuos man, por él estoy aquí”, lo anterior en alusión al gobernador de Puebla, Mario Marín Torres.

Dijo que después de conocer a Julio Scherer, le quedó claro que él, como los padres y las madres de los hijos que han desaparecido a consecuencia del poder del Estado, “lleva su pésame a cuestas con la pérdida de Excelsior como el sino que marcó su existencia”.

Como una aprendiz más del trabajo del “hombre de proceso”, Cacho Ribeiro indicó que “Don Julio no se entiende si no se entiende el periodismo mexicano desde los vericuetos del fatídico maridaje entre el poder y la prensa que han marcado la vida de México y que la siguen marcando”.

Uno de esos ejemplos queda plasmado en la historia que en la Terca Memoria se cuenta sobre Héctor Aguilar Camín, de quien se revela complicidad y un periodismo de poder en el tiempo en que Salinas de Gortari, su amigo, era presidente de la República y el intelectual, directivo de la Revista Nexos.

La periodista, alabó la forma en la que Scherer siempre cuenta con el adjetivo contundente para definir a aquellos periodistas que como práctica consuetudinaria aceptan el embute de los poderosos sin que ello les provoque la menor vergüenza.

Define el libro, como uno, mediante el que su autor “muestra sus heridas abiertas” y lo ejemplifica cuando retoma frases en su contra construidas, que refiriéndose a su labor periodística le espetaron, “vendería a su madre por una nota de ocho columnas”.

“Se expone como humano”, mencionó. En una especie de recomendación para los periodistas jóvenes expresó que con la lectura de este libro se podría entender el peligro al que se enfrentan quienes hacen periodismo en este país y quienes se exponen “al poder de otros, pero también al poder personal, a la necesidad de preservar la dignidad a costa de lo que sea, pero también de aprender a escribir con dignidad”.

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